Ayer, como todos los días, me monte sobre mi caballo devora carreteras. Tome la determinación de una vía rápida, en un momento de mi viaje, me vi enfrentado a un gran bestia, tan imponente como el sol y de un aspecto terrorífico; el que se atreviera a pasarle, seria tan demente y sin sentido común, como aquel quien conducía el demoniaco camión.
Yo era el enajenado quien se decidiría a tal peripecia. Me aferre a mi potro de hierro y comencé a adelantar a el engendro, y sin darme cuenta, empezó a atraernos para saciar su destructor apetito, absorbiéndonos con una fuerza monstruosa hacia sus fauces. Mis neumáticos chirriaban, mis extremidades tiritaban, un frío recorría mi cuerpo y el aire me abrazaba; se experimentaba el desgarrar del pavimento. Me sentía como un pez siendo arrastrado por una red de un buque pesquero. Sin posibilidad de escapar...
Yo era el enajenado quien se decidiría a tal peripecia. Me aferre a mi potro de hierro y comencé a adelantar a el engendro, y sin darme cuenta, empezó a atraernos para saciar su destructor apetito, absorbiéndonos con una fuerza monstruosa hacia sus fauces. Mis neumáticos chirriaban, mis extremidades tiritaban, un frío recorría mi cuerpo y el aire me abrazaba; se experimentaba el desgarrar del pavimento. Me sentía como un pez siendo arrastrado por una red de un buque pesquero. Sin posibilidad de escapar...
Tome fuertemente el manubrio y gire a fondo el acelerador, evadiendo a mi depredador. Esto comenzó fatigar mis brazos, desestabilizándome, pero pude lograr tomar distancia de aquel escalofriante camión y este, por fin, desistió de saciar su feroz apetito.
Luego, el ambiente de lucha se había ido; y con mi corazón ya mas calmo, no tenia de que preocuparme, ya todo había pasado. Pero, por un segundo, mientras luchaba con el espeluznante engendro creado por el hombre, me imaginaba riñendo directamente con el “señor de la guadaña”, aferrándome a la vida, y en la disputa, yo salía ictorioso. Esto me da una enorme satisfacción y alegría, por que me siento un digno oponente para todo aquel que venga a arrebatarme mis sueños y metas: ¡Ayer pude con la muerte y mañana con lo que sea! Por eso puedo decir que soy un amante del camino, después de lo vivido ya no tengo miedo, solo deseo de volver a montar mi querido rocinante metalico, y poder aniquilar las carreteras dejando mis llantas y mi vida en el asfalto.